Recopilar la tradición oral

Publicado por Francisca Jiménez en

María José Guallar es periodista, historiadora, gestora cultural y del patrimonio. Amplia experiencia en desarrollo de proyectos artísticos y culturales, e investigación de iniciativas vinculadas especialmente al patrimonio inmaterial, popular, gráfico y vinculado a la literatura chilena. En esta entrevista nos cuenta cómo surgió y cuál fue el proceso de creación de nuestro reciente lanzamiento "Más sabe el diablo por viejo... pero no siempre por diablo".
1. ¿Nos puedes contar cómo surgió la idea de escribir "Más sabe el diablo por viejo...pero no siempre por diablo"? 
La idea de escribir el libro surgió hace unos 10 años, cuando comencé a investigar la figura del diablo en la tradición popular chilena y recopilar cuentos y leyendas, para lo que fue fundamental el Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares de la Biblioteca Nacional y el trabajo en terreno. Pero el interés surgió en mi infancia, como casi todos los niños, me gustaban las historias “misteriosas”, y una persona que trabajaba en mi casa me contaba leyendas del diablo. Me moría de miedo, pero me generaban una tremenda fascinación. En el patio de mi casa de niña además había una higuera enorme, pero nunca me atreví a ir de noche ni menos una noche de San Juan. 
2.  ¿En qué textos o investigaciones te basaste?
En el proceso de investigación estudié los trabajos de Julio Vicuña Cifuentes, Oreste Plath, Maximiliano Salinas, la Lira Popular, entre otras tesis e investigaciones, pero también y muy importante, la recopilación de fuentes orales (personas que me contaron las historias que sabían desde siempre) y la revisión de muchos cuentos que personas de zonas rurales chilenas enviaban al concurso que organiza cada año FUCOA (la Fundación de comunicación y cultura del agro, dependiente del Ministerio de Agricultura) y que el Archivo de Literatura Oral acopia como parte de su colección. 
3.  ¿Cómo se suele tratar en la cultura popular de Chile y América Latina la figura del diablo en comparación a países de otros continentes?
En Chile, como también en América Latina, el diablo se aleja de la versión bíblica completamente terrorífica e infalible. El pueblo de alguna manera “se apodera” de él y lo humaniza. En las narraciones orales (cuentos, refranes, leyendas) chilenas al Coludo se le representa como vinculado al poder, la injusticia, la prepotencia, con impecable poncho negro, sombrero y espuelas de plata, zapatos y botas muy lustradas (de charol incluso). Un imaginario que se asocia a un patrón de fundo malévolo. Ese diablo puede hacer pactos y acuerdos con los hombres (en general son muy pocas la mujeres que aparecen protagonizando los relatos) para que éstos obtengan lo que por sí solos sería muy difícil conseguir, riquezas, tierras, el amor de una mujer, venganza. Todo, a cambio de algo valioso, cosechas, dinero y generalmente, el alma del interesado. Pero a veces los hombres, con picardía e ingenio, con la viveza típica del roto chileno, puede hacer leso al diablo y engañarlo. Ahí se ve cómo hay una subversión del rol clásico de satanas. Su poder no es absoluto, las personas se le pueden adelantar y vencerlo. Y el diablo lo acepta, aunque se enfurezca. Ahí es donde surgen muchas historias graciosas, como la de Bartolo Lara, que aparece en el libro.
El Mandinga es un personaje que anda por ahí dando vueltas siempre, cerquita, “tentando”, pero no siempre con esas características imponentes, prepotentes incluso, sino que mucho más parecido a un roto chileno, por lo que se mete a bailar a las fondas, se emborracha y hasta se gana unas buenas pateaduras por andar haciéndose el lindo con las niñas. 
También está el diablo que toma formas diversas para aparecerse a los humanos: animales, guaguas, otras personas, lugares geográficos.
 
4.  ¿Cuál de todas las leyendas del libro destacarías y por qué?
Elegir las 5 historias que incluyeron en el libro fue bien difícil. Pero creo que la que más me gusta es El diablo y el campesino, por el ingenio de éste último, vinculado a su saber de hombre de campo. Y también El guitarrista bajo la higuera, porque es un clásico que casi todos conocemos y que yo creo que aunque nos hagamos los valientes, no deja de darnos mucho miedo.

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